(Este reportaje fue realizado con el apoyo y colaboración de la Red Andando)

Al hablar de infancia lo hacemos considerando no solo a los pibes, sino también su contexto, el mundo conformado por ellos, las familias, la comunidad, las instituciones, las políticas públicas, las pautas culturales, el ámbito geográfico y las condiciones socio-económicas que los rodean. Este entramado genera multiplicidad de vínculos e intercambios, conformándose de esta manera múltiples infancias, cada una de estas requiere particulares formas de atención.

Al recorrer estas múltiples infancias, observaremos diversas realidades, paisajes humanos profundamente diferenciados. Estas distintas infancias reflejan drásticamente los niveles de desigualdad que la sociedad ha ido creando a lo largo de su existencia. Segmentando y separando por abismos a los que pueden nacer, de los que no lo hacen (pero que podrían hacerlo); los que sobreviven, de los que no lo logran; los que pueden alimentarse, de los que no; los que contarán con presencia de la madre, el padre, la familia, de los que no tendrán ese sostén; los que vivirán en familias con ingresos económicos adecuados, de los que no; los que accederán a programas de atención, de los que no tendrán esa oportunidad; los que podrán recibir educación, de los que queden marginados del sistema; los que podrán participar activamente de la satisfacción de sus derechos ciudadanos, de los que no puedan alcanzarlo; los que ingresarán a la juventud pudiendo elegir un proyecto de vida, de los que no lo puedan definir; los que podrán arribar a la adultez luego de haber vivido una infancia digna, de aquellos que debieron sortear con dificultad el complejo sendero de carencias que recorre la mayor parte de la población de nuestro continente (América Latina).

Todo hombre fue anteriormente un niño, y la infancia es, fundamentalmente, una alegría vivida o ausente…

Adrián Rozengadt - CEISI, Centro de Estudios e Investigación Sobre la Infancia